Escuchando «Imagine» de John Lennon y viendo videos en vivo del conflicto entre Israel e Irán, no puedo evitar detenerme a pensar en lo contradictorio que es todo: en pleno 2025, seguimos arrastrando guerras impulsadas por ideas antiguas, por dogmas, por visiones impuestas del mundo y del “otro”.
Hoy, 14 de junio, celebro la vida, pero también reflexiono desde mi posición agnóstica: ¿cuántos de estos conflictos podrían haberse evitado si la religión, la política y el nacionalismo se asumieran desde la empatía, el respeto y la razón?
Aún hay quienes luchan por una tierra “prometida” (Génesis 12:7, Éxodo 3:8), creyendo cumplir designios divinos al conquistarla (Josué 6). Esas narrativas, más que espirituales, se han convertido en herramientas para justificar violencia y separación. Del otro lado, ideologías como el sionismo político (siglo XIX) o el extremismo post-revolucionario iraní (1979) siguen profundizando un conflicto con consecuencias globales.
No se trata de negar las creencias o las culturas. Se trata de no convertirlas en armas, de no usarlas para dividir o dominar. Se trata de imaginar, como dice la canción, un mundo sin muros mentales ni físicos, donde la humanidad pese más que los territorios y donde los desacuerdos no se traduzcan en muerte.
Hoy más que nunca, el mundo necesita menos absolutismos y más humanidad. Menos fanatismo y más diálogo.
Ese sería, sinceramente, el mejor regalo de cumpleaños que podría recibir… y que todos mereceríamos.
P.D.
Esta es una reflexión personal del autor. No representa, en ningún caso, la postura oficial ni la línea editorial del medio donde se publica.